Voy a reír como si nada estuviese mal en mi corazón, hablar como si todo estuviese perfecto en mis sentimientos, pretender que es un sueño hermoso y feliz, hacer de cuenta que nada me hace daño.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Hoy casualmente escuché preguntas que me han inspirado a escribir esto. Es evidente que el amor no desaparece de la noche a la mañana, como tampoco se hace de noche recién despertado el día. El desamor, al igual que el amor, se fragua paso a paso, día a día. A veces sin prisa y otras sin pausa. Me atrevería a decir que incluso a veces, el amor y el desamor van de la mano. Todo depende de cuál de los dos tenga más empuje, más fuerza, más motivos para llegar a meta como si de una carrera de fondo se tratase. Sé que dicho así suena un tanto extraño, porque solemos tener un concepto idealizado del amor. Vencedor siempre, capaz de superar todos los obstáculos, el que todo lo puede. El desamor no llega de repente. No te levantas una mañana y te das cuenta de que ya no estás enamorado. El desamor es el resultado de sumar decepciones y restar sonrisas. De multiplicar desencuentros y dividir caricias. Como todas las cosas importantes de la vida, el desamor también lleva un proceso, aunque a veces éste es tan rápido, que no somos conscientes de que “aquellas mariposas” que revolotearon un día en nuestro interior, hace tiempo que no se mueven.

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