Voy a reír como si nada estuviese mal en mi corazón, hablar como si todo estuviese perfecto en mis sentimientos, pretender que es un sueño hermoso y feliz, hacer de cuenta que nada me hace daño.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Yo lo amé así, como él era, con todos sus defectos y con todas sus virtudes, amé esa belleza tan suya y su locura disfrazada de cordura. No intenté cambiarlo en ningún momento, respeté siempre su delirante forma de ver la vida, su risa sin control, sus besos con pasión, sus noches demenciales, su manera de discutir lo que para él estaba equivocado… porque poco a poco me fui dando cuenta que en todo su interior, en todo su mundo loco, de mi tristeza, era el antídoto. Lo amé tanto que me volví loca, perdí el norte y mi felicidad se convirtió en la de él… Y él al final de toda nuestra historia se convirtió en mi más grande aventura.

martes, 6 de septiembre de 2016

Todas mis historias comparten un final. Escribir es llorar. Aún hay gente que comete siempre el mismo error, y yo me empeño en tropezar siempre con la misma piedra. Me he sentido tantas veces así que ahora ya forma parte de mí. Es un volver a empezar. A veces me veo resquebrajar, se me llena el corazón de grietas, el alma se me encoge, y ni siquiera puedo hablar de ello. ¿Cómo vivir cuando vivir se te ha convertido en una canción sin estribillo? El corazón puede encogerse tantas veces...que hasta me gusta esta sensación. Porque sé lo que viene después. Hay tantas personas en el mundo y son sólo unas pocas que te hacen desear que llegue el amanecer. Crecer no es aprender. Y aprender no es evitar el dolor. Tengo tanto miedo que no me atrevo a enfrentarme a ello, que es como enfrentarme a mí misma. Odio que se lleven un poquito de mí. Alguien te pertenece, y tú le perteneces... pero nadie te recuerda cuando llega el momento qué parte se queda y cúal se va con la otra persona. Y es difícil vivir con grietas, pero más difícil es taparlas. Tengo miedo de no encontrar respuestas, o de encontrarlas y que sean tan lógicas que no se puedan negar. Porque el amor es locura, y cuando deja de serlo, el amor desaparece, o se olvida. O se oculta hasta que desaparece y se olvida.
Escribir es llorar. Llorarle a la vida, llorar frente a ti misma, llorar frente a lo que eres y lo que  no supiste cambiar. Capitular y seguir adelante o recordar siempre, pero con nostalgia, con esa clase de recuerdo que duele. Le tengo miedo a todo, a lo que viene ahora y a acostumbrarme. Ser fuerte es necesitar, y necesito tanto... que aún no he aprendido a demostrarlo. Esas personas que  prometen que siempre van a estar y no se quedan a mi lado, como si mi lado no fuese el lugar más maravilloso del mundo,y porque buscan olvidar, cerrar todos los caminos y a veces los sueños simplemente se apagan.Porque olvidar también duele. Ojalá volver a empezar del todo, borrar mis huellas y reconstruirme. A veces la soledad es una mentira que nos contamos a nosotros mismos, evitando así reconocer que lo que en realidad sucede es que le tenemos miedo a ser felices.  Hay que ser sensibles y detallistas, comprender la complejidad de la existencia. Sólo así seremos conscientes algún día de la gran suerte que tenemos de poder ser, sólo y con alguien.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Somos una generación desesperada por sentir  cualquier cosa, la generación que le da más miedo enamorarse que cruzar sin mirar mientras va hablando por el teléfono con alguien que les haga sentir lo que sea; la generación que fuma cigarrillos y no por necesidad, sino para hacer algo con sus manos y tener los dedos llenos, ya que luego va por ahí con el pecho vacío. Siempre estamos mirando la hora, como si fuesemos a llegar tarde, ¿pero tarde a qué?, si ya nadie nos espera más de cinco minutos. Somos de exigir que nos lo den todo sin haber dado aún nada, somos de esquivar las piedras y tropezarnos solos, sin saber que la piedra hay que meterla en el bolsillo y cuidarla para que no se vuelva a caer. Que de aquí a unos años cuando nos hagan la autopsia van a encontrar un pecho lleno de nombres tachados y un corazón deformado de los puñetazos que le hemos dado. No sabemos querer, pero sí creer que queremos espectacular. Somos una generación perdida, y no porque no estemos preparados, sino porque buscamos tanto las cosas en vez de esperarlas, que acabamos perdiéndonos sin saber dónde ir. Somos una generación de trenes que alguien deja pasar para que otra persona decida cogernos. Somos personas normales que han acabado locas por amor, y qué más da si lo importante es acabar de alguna manera. Somos una generación que cuando vuelve del amor nadie nos reconoce, ni nosotros mismos lo hacemos. Pero somos, que al fin y al cabo es lo importante, y hay que ser, sabiendo que el pretérito nunca fue perfecto y que el futuro nunca será simple.
Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loco, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar. Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco lo sabrás, y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes.
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... absolutamente nada.

A lo que iba..

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz, sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, por hacer la lista finita, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.
Hoy casualmente escuché preguntas que me han inspirado a escribir esto. Es evidente que el amor no desaparece de la noche a la mañana, como tampoco se hace de noche recién despertado el día. El desamor, al igual que el amor, se fragua paso a paso, día a día. A veces sin prisa y otras sin pausa. Me atrevería a decir que incluso a veces, el amor y el desamor van de la mano. Todo depende de cuál de los dos tenga más empuje, más fuerza, más motivos para llegar a meta como si de una carrera de fondo se tratase. Sé que dicho así suena un tanto extraño, porque solemos tener un concepto idealizado del amor. Vencedor siempre, capaz de superar todos los obstáculos, el que todo lo puede. El desamor no llega de repente. No te levantas una mañana y te das cuenta de que ya no estás enamorado. El desamor es el resultado de sumar decepciones y restar sonrisas. De multiplicar desencuentros y dividir caricias. Como todas las cosas importantes de la vida, el desamor también lleva un proceso, aunque a veces éste es tan rápido, que no somos conscientes de que “aquellas mariposas” que revolotearon un día en nuestro interior, hace tiempo que no se mueven.